
Internet es un bar donde la gente habla. ¿Escuchan los medios a su público? La tecnología lo permite. ¿Qué pasaría si sus modelos de negocio se gestionaran en función de lo que el público quiere oír y no en función de lo que el medio quiere contar?
Estoy leyendo el libro El Fin De Los Medios De Comunicación De Masas, que ha publicado recientemente Jeff Harvis (@jeffharvis).
Jarvis cuestiona el término masa, que según él ha dejado de existir. Critica que los medios de comunicación (de masas) sigan tratando a sus públicos como masa y no como individuos únicos, con gustos e intereses diferenciados. Sobre todo, porque la tecnología ahora permite a cualquier medio conocer a su público, descubrir a sus lectores, sus temas de interés, sus datos personales, el nombre de sus amigos y conocidos. Y por lo tanto, en la medida en que el medio se esfuerce por conocer para quién ‘habla’, podría ser capaz de segmentar la noticia, ofrecer a cada persona aquello que quiere, darle información y servicio ‘personalizado’… Pero no lo hacen.
Si nos cuestionamos si la información tiene precio (valor) en un mundo digital donde parece que todo se puede conseguir gratis, la respuesta sigue siendo sí. El contenido ofrecido por una voz autorizada (periódico de referencia, por ejemplo). El contenido vestido con los valores que acompañan a cada medio (rigurosidad, valor, ideología, seriedad, actualidad, experiencia, tradición…). La noticia como servicio, como forma de aportar valor al que la lee. La opinión como eje fundamental para ayudar a que el individuo cuestione sus creencias y llegue a conclusiones cada vez mejor fundadas. La noticia como medio para que las comunidades se puedan organizar.
Y -desde el punto de vista del emisor- las noticias como el mejor modo de descubrir qué le interesa/gusta a cada uno de los usuarios. ¿Para qué? Para aprovechar ese big data en beneficio propio.
Observo con asombro cómo los medios siguen castigando a sus lectores. Pretenden cobrarles por leer noticias que éstos pueden encontrar fácilmente en otros muchos sitios. Sin esforzarse por hacer un contenido mejor o aportar valor por eso que cobran.
Castigan lo mejor que tienen, la audiencia, el tráfico de usuarios en el sitio web, su capacidad de prescripción de productos o servicios y su poder para convertirse en centros de información y servicio en momentos de necesidad.
Siguen aferrados al viejo modelo. Obsesionados por tratar a todos por igual. Ofreciendo la misma información para todo el mundo. Definiendo su criterio periodístico en función de viejos modelos (¿Qué es lo que yo, editor, creo que merece lugar destacado en la portada?). Negándose a aportar valor, aunque puedan hacerlo, negando la interacción entre lectores o entre lectores y editores…
Una de mis pasiones es el baloncesto. Uno de los mejores periodistas del Estado español en la materia me reconoció que dejó el periódico en el que trabajaba porque se pasaba la jornada organizando la planilla (qué noticia iba y dónde en cada una de las ediciones regionales), y copiando y pegando noticias de EFE. Cuando su agenda estaba llena con los teléfonos de todos los jugadores y entrenadores de la ACB y de los españoles en la NBA.
Los medios de comunicación tienen una gran influencia sobre sus áreas de influencia (local o nacional). Y en esas áreas de influencia existen múltiples comunidades que necesitan que alguien les ayude a organizarse y potenciar sus objetivos. Oportunidades que los medios desaprovechan por su objetivo de monetizar cada movimiento a corto plazo. Y así seguimos, viendo cómo nuevos jugadores les adelantan por derecha e izquierda. Instagram consiguió en seis meses un valor bursátil mayor al del centenario New York Times…
Otro argumento: Los comentarios a las noticias. Y la analítica web. Seguimos mirando cuántos comentarios tiene una noticia, cuántos usuarios la visitan, cuántos dan al Me gusta o la comparten en Facebook o Twitter. Datos que nos hacen sentir el éxito porque el periodista analiza el éxito desde su atalaya. Somos los grandes emisores, ¿cuánta gente viene a vernos y rendirnos pleitesía?
Pero, ¿para qué quiere un periódico 200 comentarios en una noticia? Nadie los va a leer. Casi todos serán generados por uno o dos portavoces que hacen mucho ruido. Creo que sería mejor que los medios pusieran a disposición del público un canal que favorezca el diálogo, organización… para que socialice. Si por lo menos, los responsables de los medios favorecieran la participación, como medio de establecer pautas o descubrir los sentimientos de la gente, con intención de ofrecerles un contenido mejor, aún. Si los medios generaran noticias pensando en aportar valor a sus lectores, quizá sus cuentas de resultados mejorarían.
De hecho, el mecanismo actual (yo primero decido el tema, segundo público, y tercero, te dejo participar y comentar -o no-), ya suena viejuno.
Así lo dice Jeff Jarvis: “En los primeros tiempos de los comentarios, fui testigo de una expectación equivocada de lo que deberían ser. Los periodistas esperaban que una publicación de Internet mostrase los mismos estándares que el producto impreso, en el que cada palabra tenía valor, donde los hechos se verificaban, donde la descortesía resultaba inaceptable. Sin embargo, nuestro primer error fue ver Internet como un medio, y lo que aparece ahí, como contenido. No, la red es un lugar, la esquina de una calle o un bar donde frecuentemente la gente habla. Eso tiene valor: oír hablar al público, entender qué piensa la gente, ser abiertos, permitir los contactos. Así, los comentarios valen la pena. Pero los comentarios no son el final del compromiso -de un medio con su público-“.
En fin… que queda mucho camino para avanzar.
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